Por Lina Malacre
Por ser joven, no una niña, pero joven, luego de una infancia durísima tengo la dicha de captar muy especialmente los momentos que son realmente especiales.
Por mi tarea con la Fundación Winners, me toco acompañar la rotación que venimos realizando desde hace más de un quinquenio a mi compañera Gabriela Larrosa, al Convento y Pablo Ferreri a la práctica del Club La Luz para entregarle un aporte de material deportivo al técnico y jóvenes sub 16 y para hablarles en la tarea de “Construcción de Ciudadanía” a los muchachos allí presentes.
“Construcción de Ciudadanía” es transmitir experiencias y tenderles una mano a los muchachos para el camino del deporte, del estudio y del trabajo, por consiguiente la oposición a la esquina, al vino, la droga y el arrebato.
Presentados nada más y nada menos que como dos seres humanos, el Convento fue quien comenzó a hablarle a los jóvenes y les contó algunas facetas de su vida.
“Colocado” en el Preventorio a los seis años y su madre de catorce años en el INAU, escapo, vivió en la calle, robo, se drogo y cumplió un tour por varios establecimientos de detención inclusive en el durísimo Norte brasileño.
Con pocos años de escuela y muchos de cárcel, a los 41 años le dijo al Pastor Manzana que necesitaba un trabajo, el Manzana, otro ex delincuente, le dijo que no era otro trabajo lo que necesitaba, sino cambiar la cabeza, porque si obtenía otro trabajo para comprar droga seguramente seguiría robando.
El Convento concurrió a la Fundación Winners, prometió lealtad a la Fundación y al trabajo e ingreso en el Correo 20 años atrás.
La vida de tortura, de droga, de miedo, de violencia, fue combatida en su propio interior y de a poco reacomodo su familia y como una gran gallina empollo a sus hijos, y hoy viven todos juntos, con el Convento lejos de cualquier tentación y a punto de jubilarse.
Por tanto, sus palabras finales fueron: “Tienen dos caminos, el malo que elegí yo y el camino recto; no esperen hasta los 41 para volver a la vida, porque en la Cárcel sos basura vos y haces basura a tu familia a quienes tratan como una basura”.
Termino el Convento y comenzó Pablo y les dijo, el destino hizo que yo corriera otra suerte que el Convento, mi madre a los 14 años como tenia muchos hermanos, tuvo que venir a trabajar a Montevideo y lo hizo como domestica con cama, trabajo y trabajo y a mi en el Cerro me ayudaron a crecer las madres y abuelas de la solidaridad; me cuidaban, me “vichaban” y cuando escaseaba algún alimento me arrimaban para el hambre.
Y así fui creciendo y gracias al deporte y al estudio, no me desvié.
Era el primero en llegar al entrenamiento y el ultimo en irme.
No era el mejor, pero me gane un lugar en la Selección Uruguaya de Karate y concurrí a un Mundial representando a la celeste.
Y estudie.
Y la única vez que me cascaron en la vida fue en segundo año de facultad, cuando estaba boludeando y sin ganas de estudiar; mi madre entro al cuarto y me dio una marimba, me cago a palos.
De ahí en adelante como en el karate, redoble el esfuerzo en el estudio y me recibí y también les digo como el Convento: “es recostarse a la familia, lo que tengan acá adentro en el corazón y en la voluntad lo que les va a indicar el camino, después el profe, el técnico, el Convento, la Fundación, vamos a dar una mano, pero parte todo de ustedes” de lo que tengan aquí adentro”.
Los gurises con los ojos bien abiertos participaron en el dialogo y cuando nos despedimos, todos éramos un equipo.
En una mañana lluviosa, fría, inclemente, sentí el calor de Dios.
Y se fueron Víctor Fresnedoso alias el Convento, el que nació en un conventillo de la calle Sierra y Miguelete y vivió mas de media vida en la Cárcel y Pablo Ferreri el hijo de la doméstica, quien creció ayudado por la solidaridad de los vecinos del Cerro, vistió la celeste para ir al mundial de karate, se recibió en la Universidad de la República de Contador y hoy es el Subsecretario de Economía y Finanzas.